martes, marzo 02, 2010

El profeta


Un amanecer de estrellas incesantes, de hadas diurnas que apenas esperan al sol; tu casa está en la cima y yo llevo hacia ti la mía, allá voy. Esas primeras luces me recuerdan nuestros primeros días. Casi nunca saben lo que quieren, así ha sido, pero elegí, quizá por única ocasión en total cumplimiento de la devoción.

Me hice más fuerte de lo pensado. Comencé mi libro, mi álbum, mis letras. Hoy los vicios e incapacidades me avasallan, puedo hacerlo, pero no como deseaba: una pierna rota y muchos años encima me inutilizan, un nuevo panorama entre ciénagas me hace saberme disminuida: Casi nunca saben lo que esperan.

A mi lado esta un hombre capaz de escucharme llorar y preguntarme si estoy enferma, al día siguiente propondrá realizar un viaje mágico para no verme descubrir mi tristeza, yo puedo ser incapaz de notarlo.

Añoro tu morada, yo llevo para allá mi caparazón, mi casa es de agua y se ha derramado. Casi siempre se suicidan.

Quizá necesitamos un vuelo, un dirigible y menos tiempo para pensarlo, quizá el tiempo solo me ha sobrado a mí. Corre el tiempo, los 27, los 28, los 29. Tal vez no llegue a los 33, entonces habrás errado con tu profecía de cigoto suicida.

Llegará la calma al tibiar el sol y sonreiremos con rostro de amanecer implorando soledad, calma y silencio. Llegará la luz, sólo quiero continuar tirada en la cama, quizá beba antes una taza de café. He observado que hay personas que recurren a un segundo lenguaje para expresar lo que realmente sienten.

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