Débil,
expuesto,
condenado por algún desajuste que dios se negó a reparar.
Rúbrica que cierra puertas quebrando visiones e hiriendo hasta las faltas ortográficas no mencionadas como erratas. Ese aliento lejano, más dulce que un beso cuando se pende en el borde del despeñadero, de las posibilidades que autoflagelan y son - a la distancia- faltas, excesos, calma y la ansiedad.
El desconsuelo es símbolo visible que define años de rupturas, meses de trastornos, semanas de alucinaciones y días saturados de todo lo que es, lo que se sabe, lo que convenimos sobrellevar.
Permanecen pocos, los que próximos reconocen partir el polvo de las estrellas y precipitarse de boca contra la tierra, los que ahuyentaron el temor, la pena y el error de quien se ofrece al azar plenamente humano.
Deficiencias en la visión anulan los pasos al recorrer las calles para ir a tientas, los sentidos se desarrollan distinto de aquellos quienes nacieron impedidos. Así se es completamente innecesario
y consecuente,
lamentablemente ecuánime al reconocer el punto en el que no hay retorno.
Mejor es no pretender ser un héroe del vacío y concluir ante la órbita como cualquier pérfido a blanco y negro.
Kamarada, tomé para retoque una de tus fotografías. Aquí estás.
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