domingo, abril 12, 2009
Réquiem For My Pumpkin
Escuché una vez más el lamento de Sabina en donde vivíamos sin temores con la ansiedad de romperlo todo, de romperme en ti y deshojar una partitura de Preisner para escribir un réquiem que, aún tras el entendimiento, se instala en la negación.
Pero hoy no vives, tus sueños y mis sueños se agotaron. Tú no estás, yo en cambio leo artículos sobre suicidas y veo filmes de puentes; vuelvo a visitar Donceles y te escondes tras cada estante – insisto en tu presencia- y temo nuevamente a los espejos.
No hablo mucho, duermo poco, no sonrío. Constelo. Busco mi rosa.
Todo es análogo, estás muerto.
Hablo poco de mí, repito mil veces tu tránsito, menciono todo sobre tu ausencia, llego a desear la belleza de tu oscuro y ya estoy cansada. Mi alma ha envejecido en un par de meses, en el terror.
La desolación cobra factura, la desconocía y hoy es mi arcano mayor. La esperanza no me cubre, eres mi cáncer terminal y preciso cura; quiero vivir y tú me dueles mucho.
Tu no existías, yo no existía, no me hiciste falta y casi no sentía tu ausencia; pronto me desprendí del primer dolor, del segundo y hasta el tercero, pero esta vez no fue el orgullo, no fue la susceptibilidad: heriste mi alma, quebraste a la mujer -ya rota- que exigía una palabra, arruinaste mi hombro izquierdo y con gran facilidad arrojaste mis pedazos al suelo.
Te desgajaste en mi corazón, lo deshebraste y me duele el pecho, me falta el aire con la misma intensidad de la asfixia que te causaba el asma.
Este cajón se va llenando de vicios, está atiborrado de traiciones, de cobardías y tú te retiraste sin dignidad. Ahora son cien Margaritas tejiendo en la rueca deseando tu redención. Cien Ariadnas tras el telar hilando música que te eleve al cielo y una Beatriz presta por ti a las puertas del infierno, por todo lo que aún después del tiempo nos une, por las premoniciones, por las verdades y por todo el amor que un día nos reencontrará lejos de aquí.
Requiéscat in Pace Pumpkin.
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