domingo, marzo 15, 2009

Carta a mi mejor amiga (AY)


Fue tu honestidad la que me hizo elegirte mi hermana por todo lo que no callaste. Y cuánto me costó lo justo, no sólo el amor, sino aquello que cada uno merece, el valor de quien ha perseverado, el regalo a quien merece afecto.
Hoy no sé dónde estás y te encuentro en un mismo dolor; no sé dónde porque este laberinto de lágrimas también nubla mis ojos y camino a ciegas con las manos. No puedo creerlo, aún en este meteoro y tras la ceguera invasiva eres la flor que ilumina el paso, la más noble y cristalina, iluminada y bella.
Elegimos ser este par que se mantiene en pie y optamos por no fallarle a la vida, el viento nos eligió para permanecer hasta que no cambie el norte. Tomamos la mejor decisión: abrimos el libro para que otros escriban en él, y cuando se agota la tinta reponemos el tintero; cuando se llenan las hojas, un nuevo libro. Así somos las personas.
Elegimos ser hermanas y autoras, amigas y escritoras en textos ajenos, coautoras con otros y en algunos sitios Et.Al. Sabíamos de antemano que los libros difieren en extensión y género: poesía, ensayo, tratado; algunos terminan pronto y ello no resta belleza o intensidad. Eso es lo justo, y me lo enseñaste tú.
Este es un capítulo complicado. Es el capítulo que el destino se encargó de escribir cifrado, y requerimos traductor para entender estas palabras tatuadas en hojas vírgenes. Palabras que lastiman como navajas sobre papel cebolla cortando el himen del dolor fúnebre. Te elegí y este capítulo es similar en nuestras historias aunque no simultáneo. Se registra con el mismo autor en la propiedad intelectual, quien también nos eligió para tatuar su piel.
Esta vez no es un simulacro nuestro pesar ni metáforas de poeta (ojalá todo fuera poesía). Irrevocablemente es la ausencia y me duele por partida doble: el corazón llora mi dolor y llora el tuyo, que eres la mejor persona en mi vida.
No todos los días se cierra un libro primigenio.

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