lunes, enero 04, 2010

Aromas

A otros les parecerá dulce,
a mi el almizcle me pica la naríz
y me recuerda a la muerte.

Lo que sangra


La última vez que fue tocado su cuerpo fue sobre una plancha médica frente a más de veinte especialistas: abcesos, nódulos. Un caso complicado que se sirvió en la mesa.
Quizá sería necesaria una cirugía o mayor medicación, todo lo que desestabilice el sistema inmune, lo decidirán mientras esperan respuesta y quizá la hallen repuesta.
Hace meses que ese cuerpo está rotulado con tatuajes, ni tribales ni heridas de guerra, sólo con úlceras, biopsias y costuritas que incomodan antes que cedan al dolor. Ese cuerpo ha sangrado más entre suturas que por su condición femenina.
Hace tiempo que no ha permitido aproximarse a alguno, ni palabras al oído, ni rozarse con calor distinto ni piel ajena.
Su cuerpo no sabe -o no quiere saber- quién podrá pensarle, mucho menos desearle detrás de las pústulas que no encuentran fin.
Apenan, cancelan, clausuran.
La espera, la respuesta y el tratamiento han sido largos, pero no funcionan. Sobre la plancha no hay mucho que se concrete. Aguarda.
El cónclave médico expira y la chimenea blanca exhala una esperanza momentánea tan dulce, que se transforma en algodón de azucar: no es nada. Las palabras se desvanecen al primer toque de saliva. Medio torso desnudo, ámpulas, cicatrices, dolor, pero no es nada.
La mente es poderosa y el cuerpo muy débil, hasta hoy no hay respuesta a lo que sangra.

Como una espada


¿Cómo repone ese dios este daño con el que te hizo llegar descalza a la ciudad?
caminas a lo largo de canales con los pies rotos, la mente inquieta yla sonrisa escamada.
En momentos de lucidez lo sabes y lo expones: no pedí ser esto; y si no hay más vida que esta ¿Quién corrige el error que desbarató tu razón?
Pides perdón y das la vuelta, corres... ¿A quién pides perdón? desvanecida de cansancio tras ese extrño designio que te mantiene desgastada, completamente extenuada, me pregunto ¿cómo es que puedes liberar todas tus aves al mismo tiempo?
No pidas más perdón, eres una buena mujer -como todas-, con un pequeño desajuste que la naturaleza se negó a enmendar, ya no mendigues más por una utópica cura, ya no la hay.
A quién le rezas si nadie escucha, no hay dios.